Tuesday, December 31, 2013

El sistema de peer revieu  ? mejora u obstaculiza el progreso científico?

Friday, April 16, 2010

La Economía de la Ciencia (EC) o Economía del Conocimiento.



Durante el siglo XX creció el concepto y se desarrollo un extenso y dominante sistema de producción que utiliza el conocimiento y la información para generar valor añadido y en consecuencia riqueza. La economía surgida de esta nueva forma de producción se ha convenido en llamar Economía del conocimiento o Economía Basada en Conocimiento”.

En esta forma de economía el conocimiento útil se ha convertido en una forma de capital intangible que convive con el clásico capital tangible del equipamiento de transformación y las materias primas.

El conocimiento útil puede adquirirse de tres formas diferentes:

1. Mediante el descubrimiento, al que se llega por la investigación.

2. La adquisición mercantil o transferencia de información.

3. por espionaje o copia no convenida e ilícita de información.

Cualquiera de estas formas requiere una inversión y una contratación. Requiere por lo tanto una evaluación de costes y de rendimientos. Requiere un proceso de demanda y un proceso de oferta. Una forma de mercado en el que la mercancía es la investigación, la información elaborada, o la acción de espionaje. Cualquiera de ellas termina transformada en información útil para ser aplicada a los procesos de producción de bienes.

En el plano económico estas nuevas condiciones han obligado a cambiar las estrategias económicas, públicas y privadas, las cuales se han reorientado, otorgando prioridades a la inversión en investigación, desarrollo tecnológico, y de sistemas de innovación como elemento fundamental para el desarrollo.

En este nuevo panorama productivo aparece un elemento laboral nuevo: el investigador o creador de conocimiento. También aparece el proyecto de investigación como un objeto, producto nacido de la voluntad y el método de alcanzar un nuevo conocimiento. Pero el descubrimiento de conocimiento es una labor de resultado intangible que exige una redefinición de las relaciones patronales-salariales, y de las formas contractuales.

Michael Polanyi en su obra “La República de la Ciencia”[1] sugirió la existencia de una estructura formada por los investigadores que se aproxima a las características de una sociedad política, porque desarrollan los mismos principios económicos que regulan la producción de bienes materiales en un estado.

Polanyi parte del concepto de que los investigadores independientes cooperan libremente adoptando un modelo de interacción similar a una forma de simplificada de sociedad libre, admitiendo que The first thing to make clear is that scientists, freely making their own choice of problems and pursuing them in the light of their own personal judgment, are in fact co-operating as members of a closely knit organization.los científicos eligen libremente los problemas a investigar a la luz de su propio juicio personal, pero aceptando que entre ellos existe un trabajo cooperativo y en red, de modo quThe point can be settled by considering the opposite case where individuals are engaged in a joint task without being in any way co- ordinated .e las ideas y descubrimientos de unos, suscitan ideas y descubrimientos en otros, por lo que el aislamiento de los científicos interrumpe ese sistema de alimentación reciproca en deterioro del progreso de la ciencia.Consider by contrast the effect which a complete isolation of scientists would have on the progress of science.

Si esta hipótesis de Polanyi fuera de aplicación universal, la eficiencia del sistema de producción científica se auto regularía, sometida a las tracciones de muchos vectores de dirección y fuerza aleatorias[2]. En ese sentido, dada la importancia del conocimiento para el desarrollo tecnológico y económico, se ha intentado comparar los comportamientos de los investigadores y de las instituciones científicas con un sistema interactivo similar a un sistema de mercado con valores y precios sui generis[3].

Polanyi se refiere, aparentemente, a los investigadores que cultivan la investigación básica, dedicada al descubrimiento de nuevos conocimientos, conducida por los propios investigadores, configurando un complejo reverberante de oferta y demanda de investigación con el objetivo único de adentrarse cada vez más en el conocimiento.

En este modo de investigación la oferta es del investigador y la demanda también. Este es un sistema en el que el valor de cada investigación se lo asigna el propio investigador, en función de la utilidad que le encuentra para su propia investigación. Des este modo, el investigador se constituye en un hibrido entre productor y consumidor. Las transacciones no tienen precio y los conocimientos generados se arrojan a un hangar común donde cualquiera puede acceder a escrutar que es lo que puede servirle para aplicar para añadir valor a su propio proceso de producción de bienes.

Sin duda este sistema de mercado del conocimiento y sus productores/consumidores se estructura de una forma digna de estudio para racionalizar rendimientos de la oferta (los investigadores) y escalas de valor para la demanda (cuando esta es la sociedad y la empresa).

Sin embargo, gran parte de la investigación dedicada a descubrir las leyes que rigen de la denominada Economía del Conocimiento no ha abordado esta relación, se ha centrado mayoritariamente en estudiar la productividad y el coste de la investigación, especialmente de la mano de obra, del investigador.

El principio de ese abordaje es el hecho de que la mayor probabilidad de que se produzca un descubrimiento se asocia al número de investigadores dedicados a esa labor y a la formación e inteligencia de los mismos. Por ello las preocupaciones en términos de productividad y coste se relacionan con cómo conseguir buenos investigadores, cuánto cuestan y su productividad, contabilizada con el único producto tangible de la investigación el informe científico (publicación).

Desde este punto de vista es comprensible la intensidad y numero de investigaciones económica que han analizado la productividad de las personas, en términos de publicaciones, su coste en relación con los salarios percibidos, a lo que se suele añadir análisis asociados a detalles cualitativos de los investigadores, como puede ser la raza, el género y la edad[4].

Es de destacar que en la mayoría de los estudios que se han alcanzado para esta investigación, la productividad de los investigadores se ha medido por el número de publicaciones emitidas por ellos, no por su utilidad o por el nivel de satisfacción del demandante. La productividad científica de la oferta queda llanamente reflejada por el número de artículos que producen los investigadores[5], mientras que la satisfacción de la demanda podría quedar más o menos reflejada por el número de citas que estos artículos reciben[6] a pesar de que las citas vienen de otros investigadores[7], es decir del sector que hace la oferta no del que demanda.

Por otro lado, estos estudios económicos incorporan la capacidad de formar investigadores como un componente a considerar en la actividad de los recursos humanos dedicados al crecimiento del conocimiento[8].

Es decir, los economistas del conocimiento concentran su análisis en la sociología laboral de los investigadores con sus valores y defectos, con su potencia y sus debilidades, con su genio y su incapacidad, orientando una parte importante de su investigación a la productividad y a la eficiencia en la labor investigadora individual.

Tal vez esa visión desde la perspectiva del investigador se debe a que los economistas del conocimiento son hoy por hoy fundamentalmente investigadores, descubridores, no usuarios o demandantes de conocimiento.

Como referencias más importantes, aunque indirectas, a la satisfacción del consumidor o al sector de demanda, indicador de el valor percibido, se pueden incluir los análisis también indirectos del contenido de las publicaciones. Sin llegar a utilizar los calificativos de obsolescencia o repetición, son importantes las observaciones sobre la supervivencia pertinaz de las ideas emanadas de las investigaciones, debido al comportamiento de los investigadores más maduros que sostienen una cierta inercia de pensamiento o manifiestan dificultad de cambiar de idea, o de aceptar nuevas teorías, e incluso nuevas evidencias, aportadas por investigadores mas jóvenes (principio de Plank)[9],[10] A este principio se le confiere especial importancia por el impacto negativo que produce sobre el progreso de la ciencia y la evaluación económica de los rendimientos de la investigación[11]. Con estas observaciones se evidencia un deseo de progreso del conocimiento, o un atisbo de control de la calidad de los artículos por parte del consumidor, pero no llega a plasmarse en estudios específicos donde se evalúe la calidad de la producción como una particularidad del bien, como una forma de proporcionar a la demanda una razón para la elección y por tanto al establecimiento de precios diferenciales de mercado basados en las preferencias de la demanda y en el valor otorgado al producto.

Este fenómeno de restricción del progreso del conocimiento por contumacia u obstinación de los investigadores, alarma también sobre la probabilidad de que un cierta parte de las ofertas de investigación no estén guiadas exclusivamente por objetivos precisos de descubrimiento, sino que puede simplemente esfuerzos ofuscados para proclamar y defender sus propias teorías, sostenidas con resultados antiguos o aparentes, lo cual afecta directamente, pero de forma solapada, a la productividad y a la calidad del producto.

Analizado el producto queda por considerar la producción: En este sentido, los análisis microeconómicos más frecuentes de la investigación, los diferentes grupos de analistas atienden principalmente a los recursos clásicos: la mano de obra y el capital.

En referencia a la mano de obra se aprecia que este factor productivo tiene un precio en forma de salario, y de ello se llega a analizar la forma en que puede optimizarse la función de producción y estimar el valor de producción marginal.

Parte importante de su investigación la destinan al análisis de las instituciones que demandan investigadores, como si de demanda indirecta de investigación se tratara. Alchian y colaboradores en 1958[12] redactaron un informe muy elaborado sobre los agentes moduladores de la oferta y la demandad de investigadores, remarcando los efectos de las retribuciones salariales e incentivos que los investigadores reciben, de quien los reciben y como los reciben, incluso estudiaron los escalones salariales en relación con la productividad, normalmente medida en términos de publicaciones de resultados publicados de la investigación[13].

Los recursos humanos y su productividad expresada por la redacción y publicación de ideas y datos científicos en forma de artículos, y las citas de los artículos por otros científicos, constituyen los parámetros básicos de evaluación de la mayoría de las investigaciones económicas de la ciencia. Las publicaciones y las citas representan ampliamente una variable económica para muchos, a pesar del controvertido valor[14] de esta acción, ya que la cita o referencia, por ser circunstancial y subjetiva de un investigador sobre lo escrito por otro[15],[16], puede no ser un parámetro fiable a la hora de estimar valor, o importancia en relación con salarios o compensaciones[17].

Muchos estudios se han concentrado en describir la economía del trabajo de investigación especialmente en los movimientos de oferta y demanda de investigadores[18], especialmente en campos de interés económico o estratégico como los estudiados por Keneth J. Arrow en sus análisis sobre el equilibrio en las economías competitivas y las tomas de decisión[19], en especial en la demanda selectiva de investigadores[20] . En estos estudios la productividad científica se asocia a la fuerza laboral reclutada al efecto, en número, formación, especialización y valores. Supuestamente estos trabajos se refieren a investigación aplicada, a investigación dirigida a resolver problemas.

En resumen, las aproximaciones económicas a la investigación han estudiado y discutido fundamentalmente las evaluaciones del proceso de creación de conocimiento y su productividad, es decir de cómo el investigador o los investigadores aprovechan u optimizan los recursos y esfuerzos para obtener los mejores beneficios de su trabajo y sus costes dinerarios.

Por ejemplo el teorema de la tela de araña (Cobweb model) se aplica principalmente para discutir cómo se mueven las retribuciones[21] o como se reclutan los científicos en función de lo ocurrido en una etapa anterior. También este modelo se ha aplicado a explicar como el número de ofertas de investigadores depende del número de investigadores preexistentes, y como este se corresponde a su vez con el número y disposición de los estudiantes de la correspondiente área de conocimiento[22].

También se ha estudiado que el número de aspirantes a dedicarse a la investigación Y como el número de estudiantes depende del grado de esperanzas u horizonte personal que tengan, o perciban los estudiantes, en su correspondiente carrera y en la dedicación a la investigación[23], sin olvidar el impacto que régimen de jubilaciones, en el cuerpo académico dedicado a la investigación, ejerce tanto sobre el reclutamiento como sobre la productividad científica[24]

Para algunos economistas investigadores de la EC las instituciones científicas, ocupadas en sostener y premiar a los científicos, deben ser como “mercados de ideas”, sin embargo, para algunos economistas, más pragmáticos, las instituciones científicas especialmente las académicas, son “lugares donde los consumidores no compran, los productores no venden y los dueños no controlan”[25].

Algunos economistas, como Milton Friedman[26], al centrar su atención sobre la EC han coincidido en resaltar el efecto de distorsión que estas instituciones producen sobre el desarrollo científico, esencialmente retrasándolo[27].

Este sentir, aunque compartido por otros, también ha sido discutido[28] , no obstante las razones que sostiene Friedman son demostrables y merecen ser consideradas reales. Otros economistas han observado que los investigadores en su etapa de desarrollo son altamente productivos y concretos, mientras que los investigadores “acomodados” tienden a ser más teóricos e incurren en divagaciones con graves reducciones de su productividad en descubrimientos.

E.P Lazear, en cambio sostiene que el progreso de la ciencia mejora cuando se incentiva y premia a los investigadores, defendiendo además que pocas subvenciones pero de elevada cuantía son más efectivas que muchas de pequeña cuantía, remarcando que estas son efectivas pero siempre ligadas al momento y a como la institución elige los temas de investigación y sus intereses[29]

Un aspecto analizado por los economistas de la ciencia es el modo de su financiación. Algunos han considerado que toda la investigación conduce a la obtención de un bien público y en consecuencia debe de financiarse totalmente con fondos públicos, porque los privados siempre sub dotaran la investigación[30].

También se analiza el efecto negativo que puede tener el hecho de que los investigadores, en la lucha por la subvención oculten datos y mantengan secretos, en perjuicio de que otros investigadores pudieran llegar a conclusiones más importantes. Parece ser que este efecto se podría suprimir incentivando a los investigadores si estos aceptan compartir resultados[31] .

Es decir la mayor parte de la discusión económica sobre la producción del conocimiento se centra en el análisis de la mano de obra, sus motivaciones, costes y rendimientos, pero no plantean el análisis del valor, coste y precio de los conocimientos descubiertos con la investigación.

Otra área de investigación de la Economía del Conocimiento se dedica al capital, especialmente mediante el estudio del comportamiento económico de las instituciones científicas que aportan investigación o fomentan la investigación.

Un aspecto discutido por los economistas del conocimiento es el potencial y conducta del demandante de investigación. Se discute la capacidad de absorber los costes de las investigaciones, apuntando que estos son tan elevados que la economía privada tiene que tener dificultades para enfrentarse a ella sin resentirse, lo cual empuja a pensar que las instituciones privadas están limitadas en su potencial para asumir investigaciones de cierto nivel o de determinada magnitud.

Se discute con vehemencia que las instituciones públicas están mejor dotadas que las privadas para afrontar proyectos de investigación caros, o con resultados inciertos, o que pudieran producir retornos insuficientes o excesivamente tardíos a las inversiones.

Se reconoce que si la inversión en campos de investigación complejos, sin perspectivas de aplicación palpables, se inicia con inversión pública, la privada puede seguir y ser muy productiva tras entender los principios básicos de un tema concreto (“efecto rompehielos”)[32]. Este efecto desata también la discusión sobre si la investigación de calidad solo es soportable con fondos públicos, mientras que la privada solo e superficial y dirigida a obtener beneficios. De ser así, la investigación descubridora de conocimiento mermaría si la financiación pública se redujese a favor de la privada[33].

Sin embargo, la combinación publico-privados del desarrollo de la investigación se ha probado efectiva durante el siglo XX. El comienzo y mayor consolidación del sistema mixto se inicio por EEUU a raíz de la 2ªGuerra Mundial. Antes de la 2 Guerra Mundial había en EEUU unos 92.000 científicos, de los cuales el 20% trabajaban para el gobierno bajo subvención del estado, un 40% trabajaban para Universidades y un 40% en la industria privada.

En 1941 F D Roosevelt estableció la oficina de desarrollo de la investigación científica (OSDR, Office of Scientific Research Development) a cargo del ingeniero e industrial Vannevar Bush (entonces presidente de la Carnegie Institution de Washington). Esta oficina desarrollo la estrategia de no basar la investigación solo con equipos públicos de científicos, si no contratar a grupos de científicos de diversa procedencia, universitaria o empresarial mientras fueran capaces de investigar en campos concretos de interés para los fines de la Nación.

Al terminar la guerra FD Roosevelt decidió que esa estructura se mantuviese para la paz, para lograr el mayor bienestar de la sociedad civil, encomendándole a Bush que preparase un estudio al respecto (Fig 1-1).

Figura 1-1 Reproducción de la encomienda hecha por el presidente Roosevelt a Vannevar Bush , que dio lugar a creación de la National Science Foundation

Al mismo tiempo el senador Harley M. Kilgore introdujo al debate la ley para la formación de la National Science Foundation, para que canalizase fondos públicos hacia todos aquellos que pudiesen ofertar proyectos de investigación prometedora. Según el criterio de políticos y científicos norteamericanos el esquema de Bush con ls aplicación de Kilgore permitió a EEUU moldear el curso de su ciencia y tecnología[34].

Esta fundación y su funcionamiento representan una figura de mercado de la ciencia con múltiple oferta y múltiple demanda, que apoya las discusiones sobre el argumento tradicional de que la ciencia es un bien público como razón para que se solo costeado por fuentes públicas[35], y la opinión de que la entrada de demanda privada de investigación favorece el desarrollo científico y tecnológico al entrar en demandas competitivas[36]. Sin negar la calidad de bien público de la ciencia los economistas defienden con sólidos argumentos que la intervención privada produce mejores incentivos[37] incluso para la investigación básica.

Pese a ello, diversos economistas discuten la naturaleza de bien público de la ciencia, con lo que se defiende la inversión pública para sostenerla, argumentando que la inversión privada de la investigación produce tan buenos resultados o mejores que la inversión pública[38]. De hecho existe un amplio grupo de economistas que sugieren que se progresa mas en ciencia cuando hay diversas demandas en competencia, situación que conduce a que se financien aquellos proyectos de los que se prevé mejores resultados[39]

Resulta de especial interés la conclusión obtenida por algunos economistas sobre la repercusión que tiene sobre la productividad de los países la cantidad de investigadores activos[40],[41]. El número de investigadores en definitiva refleja una diversidad de oferta con distintas capacidades y orientaciones.



[1] Michael Polanyi . The El Republic República of de Science Ciencia : : Its Political and Economic Theory Su política y la teoría económica. Minerva Minerva Volume 1: 1962 Tomo 1: 1962

[2] RR Nelson. The simple economics of basic scientific research. The Journal of Political Economy, 1959

[3] Z Griliches. Research costs and social returns: hybrid corn and related innovations.
The Journal of Political Economy, 1958

[4] Stephan, P. and Levin, S. 1992. Striking the Mother Lode in Science: The Importance of Age, Place, and Time. Oxford, UK: Oxford University Press.

[5] Lovell, M.C. 1973. The production of economic literature: An interpretation. Journal of Economic Literature 11(1), March, 27-55.

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[7] Stigler, G.J. The literature of economics: The case of the kinked oligopoly demand curve. Economic Inquiry 16(2), 185-204. 1978

[8] McDowell, J.M. Obsolescence of knowledge and career publication profiles: Some evidence of differences among fields in costs of interrupted careers. American Economic Review 72, September, 752-768. 1982

[9] Levin, S.G., Stephan, P.E. and Walker, M.B. 1995. Planck's principle revisited: A note. Social Studies of Science 25(2), 275-283.

[10] Hull, D.L., Tessner, P.D. and Diamond, A.M., Jr. 1978. Planck's principle: Do younger scientists accept new scientific ideas with greater alacrity than older scientists? Science 202, 717-723.

[11] Los científicos mas expertos son los mejor pagados y los que mas recursos consumen, por lo que si representan un obstáculo para la producción científica resulta paradójica,

[12] Alchian, A.A, Arrow, KJ.,Capron, WM. An economic analyses of the market for scientific and engineers. The RAND Corporation. 1958.

[13] Merton, R.K. 1968. The Matthew effect in science. Science 159(3810), 56-63.

[14] Diamond, A.M., Jr. 1986b. What is a citation worth? Journal of Human Resources 21(2), 200-215.

[15] Kenny, L.W. and Studley, R.E. 1995. Economists' salaries and lifetime productivity. Southern Economic Journal 62(2), 382-393.

[16] Sauer, R.D. 1988. Estimates of the returns to quality and coauthorship in economic academia. Journal of Political Economy 96(4), August, 855-866.

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[18] Blank, D.M. and Stigler, G.J. The Demand and Supply of Scientific Personnel. New York: National Bureau of Economic Research. 1957.

[19] Alchian, A. A., K. J. Arrow, W. M. Capron. An Economic Analysis of the Market for Scientists and Engineers., RAND. 1958,

[20] Arrow, K.J. and Capron, W.M. 1959. Dynamic shortages and price rises: The engineer-scientist case. Quarterly Journal of Economics 73(2), May, 292-308.

[21] Freeman, Richard. A cobweb model of the supply and starting salary of ne engineers. Industrial & Labor Relations Review; Jan. 1976,

[22] Freeman, R. B. 1975. Supply and salary adjustments to the changing science manpower market: Physics, 1948-1973. 65(1), March, 27-39.

[23] Siow, A. 1984. Occupational choice under uncertainty. Econometrica, 52(3), May, 631-645.

[24] Freeman, S. 1977. Wage Trends as performance displays productive potential: A model and application to academic early retirement. Bell Journal of Economics 8, Fall, 419-443.

[25] Bartley, W.W., III. Unfathomed Knowledge, Unmeasured Wealth: On Universities and the Wealth of Nations. LaSalle, IL: Open Court. 1990.

[26] Friedman, M. 1994. National science foundation grants for economics: correspondence. Journal of Economic Perspectives 8(1), 199-200.

[27] Friedman, M. An open letter on grants. Newsweek, May 18, 1981.

[28] Stigler, G.J. Statistical studies in the history of economic thought. In Essays in the History of Economics, Chicago: The University of Chicago Press, 31-50. 1965.

[29] Lazear, E.P.. Incentives in basic research. Journal of Labor Economics 15(1), S167-197. 1997

[30] Edward P. Lazear. Personnel Economics. John Wiley & Sons. 1996

[31] Dasgupta, P. and David, P.A. 1994. Toward a new economics of science. Research Policy 23(5), 487-521.

[32] El rompehielos consume grandes cantidades de energía para romper los bloques helados con el fin de que los transportes ahorren energía cruzando el camino deshelado.

[33] Gordon C. Rausser, Leo K. Simon, and Reid Stevens, "Public Vs. Private Good Research at Land-Grant Universities" (September 29, 2008) Department of Agricultural & Resource Economics, UCB. CUDARE Working Paper 1066

[34] The economics of science and technology: an overview of initiatives to foster innovation, entrepreneurship, and economics growth : : Maryann P. Feldman, Albert N. Link, Donald Siegel; Kluwer Academic Publishers, Boston, 2002, pp. 135+xvi, ISBN 1-4020-7000-4

[35] Kealey, T. 1996. The Economic Laws of Scientific Research. New York: St. Martin's Press.

[36] Martino, J.P. 1992. Science Funding. New Brunswick, NJ: Transaction Publishers.

[37] Rosenberg, N. 1990. Why do firms do basic research (with their own money)? Research Policy 19, 165-174

[38] Johnson, H.G. 1972. Some economic aspects of science. Minerva 10(1), January, 10-18.

[39] Martino, J.P. 1992. Science Funding. New Brunswick, NJ: Transaction Publishers.

[40] Romer, P.M. 2001. Should the government subsidize supply or demand in the market for scientists and engineers? in Innovation Policy and the Economy, Vol. 1, Cambridge, MA: MIT Press, 221-252.

[41] Hanson, R. 1995. Could gambling save science? Encouraging an honest consensus. Social Epistemology 9(1), 3-33.